jueves, 28 de mayo de 2009

Quid pro Quo


Sentadas en el mismo banco de hace cincuenta años atrás aun ríen.

Es una tarde otoñal, y como cualquier tarde otoñal: todo es drama, las hojas caen con dulce melancolía, el sol maquilla cada rostro de un rubor dorado y hasta el polvo a sus pies danza en círculos de plena majestuosidad. El escenario perfecto para que el joven nervioso evoque el dictamen de amor eterno, la iluminación exacta para la mueca de sorpresa, la música ideal para el corazón roto.

"Porque el mundo es un teatro"- siempre lo habían dicho-el mas grande de todos, con escenografías que cambian a la velocidad de la luz, con un elenco millonario, de actores que juegan decenas de papeles, pero que se llevan a la tumba su verdadera identidad, con villanos que terminan entre paredes blancas y con victimas que acaban entre sabanas rojas.

Tragicomedia, obra de fracasos y venturas, con héroes cuya única capa es la verdad y que llevan en sus brazos, mientras surcan los cielos, por sola dama; el desprecio. De doncellas atrapadas en torres de desigualdad y belleza, con unas faldas que pesan y un dragón que profesa amarla. Un acto donde todos dicen saber que es mejor para ella, mientras el héroe tiene los brazos ocupados y vuela demasiado alto.

Pero ellas, ellas que habían entregado su vida al teatro dentro de la obra, a la escenografia en el escenario, ellas sabían que al libreto primero había que jugarle el mismo juego y que la única forma de entretener era mintiendo, inventando. Porque aquí somos todos actores y estamos todos dirigidos, no corras, camina al son de tu música de fondo; llora ante la perdida y suspira como si de verdad amaras.

No te engañes, déjate llevar.

1 comentario:

F. K. Woods dijo...

Let it rip hermana, cincuenta años mas tardes, el teatro seguirá siendo la verdadera y única profesión más antigua del mundo.